Fin del Estado de Alarma, ¡¡que comience el Estado de Alerta!!

09.05.2021

Seguramente más de un padre o madre de adolescente (o incluso, de prole algo mayor afincada en casa y en espera de que sus padres algún día se independicen de ella) se identificará con esta declaración de sinceridad que parte de una madre, de nuevo alterada, a raíz del cese del Estado de Alarma por el Gobierno Central.

Si algo tengo que agradecer a esta situación pandémica ha sido la paz de espíritu, la tranquilidad de alma, cuerpo y mente que me ha proporcionado en este último año y algo. Y se preguntarán, queridos lectores, cuál puede ser el motivo de tanta dicha, habida cuenta de la que tenemos montada con el bicho rebelde y la ruina que nos ha traído a todos.

Pues miren, la verdad es que confieso sin lugar a remordimiento alguno que llevo un año durmiendo a pata suelta, lo cual, estarán conmigo, en que es de agradecer. ¿La razón? Lógicamente debido a que no existe tranquilidad más infinita para una madre o un padre, que el hecho de que tus pollos estén recogidos bien prontito en casa y que cuando tú llegues, tras hacer recuento de que no te falta ninguno, le des media vuelta a la cerradura de tu puerta con la inconmensurable satisfacción de que los tienes a todos a buen recaudo y a salvo bajo tu ala como cuando eran pequeños. Lo sé, no maduro como madre, tengo que seguir trabajando en ello.

La paz que yo he sentido este año y que había olvidado, desapareció en ese preciso instante en que mis hijos me dijeron por primera vez que iban a salir solos (sin protección parenteral) con sus amigos a dar una vuelta. Momento en el que a ti se te revuelven las tripas de pensar que la temida situación que intuías llegaría más pronto que tarde, ya lo ha hecho y viene para quedarse. Ahora no te necesitan para salir, e incluso ya no mola salir con tus padres anticuados y aburridos, ya no les haces falta, tan sólo para sufragar la parte financiera de tal salida, como todo progenitor bien conoce. Salen pues los niños y comienza en ti ese sinvivir (o sindormir, tanto monta, monta tanto) de levantarte noche tras noche (cada cinco minutos) a ver si han llegado, a ver cómo vienen, a ver si están todos o se te ha descarriado alguno por esos mundos perdidos de dios. Pendiente del móvil para ver si se han conectado (lo cual te supone un gran alivio, pues sospechas que siguen vivos) o a la espera de que los hayan podido raptar y te pidan un rescate (la vida está muy mala, no suena tan descabellado, no se crean), o lo más probable, por si en algún momento te llaman a horas intempestivas para que vayas a recogerlos (en pijama camuflado, of course) pues se les ha hecho tarde de repente sin darse cuenta  (los pobres) y perdieron el último transporte, o bien  para que le bajes dinero para pagar el taxi porque se fundieron la asignación "for the taxi, don´t touch" en "botellitas de agua" porque estaban deshidrataditos los angelitos. En fin, qué les voy a contar que ya no sepan, que duermo sin dormir en mí, básicamente. 

Pues esa paz se acabó. Terminó el Estado de Alarma y se reactivó en mí el Estado de Alerta (máxima) justo en el mismo momento, a las 0.00 horas del día 9 de mayo de 2021. Y claro, como era la primera noche sin alarma ni toque de queda, allá que mis pollos (e imagino que los vuestros, que tire la primera piedra quien esté libre de pecado) se echaron a la calle "metamorfoseados" en miuras para celebrar lo que se les había negado durante tanto tiempo. Comprensible por otra parte, demasiado bien se han portado y sólo se es joven una vez. 

Nada, a volver a acostumbrarse a las noches de insomnio....... Ley de vida, don´t worry.

Autora

Mª Isabel Martínez Muñoz

Mujer, madre insomne, médico, empresaria y aprendiz de escritora

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